lunes, 17 de septiembre de 2012

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La elegante señora, siguiendo los dictados de la moda de París, llena de enaguas y apretada hasta quedarse sin respiración por su corset, demostró el nivel de su clase y subió a la pirámide con absoluta distinción, sin queja ninguna. Hasta que de pronto sintió que se quedaba sin aire. Un pequeño ahogo fue seguido de un montón de pequeñísimas dificultades para respirar hasta que un gran ahogo la obligó a bajar lo antes posible ayudada por manos que jamás, nunca antes, habría tocado. Y gracias a esas manos salvó la vida… Siempre hay que dar la mano, nunca se sabe qué mano te está esperando.