Fascina
sin cansancio ninguno el caminante sobre el agua de mar que ven los pescadores,
sin poder creer lo que sus ojos veían, así se convirtieron en testigos, de
quien posaba sus pies con absoluta normalidad e iba andando en el agua en
movimiento con la naturalidad de que cualquiera va andando sobre la grama,
desde la pobre y humilde barca que les brindaba el sustento diario de sus
familias, lo ven en las aguas que traen la purificación de todo lo existente,
que lavan todas las tragedias, que blanquean de inmediato a los espíritus que
solamente saben hacer daño por el placer de hacer maldades, cuando aprenden a
realizarlas a sus prójimos y prójimas, y claro que también limpia a las almas ennegrecidas
de quienes se convierten en odiadores por el gusto sencillo de clamar odio y
expresar el mal. El Cristo de los gitanos, caminante sobre las olas del mar,
embravecido o calmado, alguna vez estuvo en un campo de concentración nazi, no
le salvo la vida a su gitano que le oraba con profunda fe, pero no tengas dudas
que a mi amigo, le salvó el alma, me dijo alguna vez monseñor Luciano
Metzinger.