En el
encuentro de los ojos desde la primera vez, todo vibra, saben que se aman.
Muestran únicamente que nacieron solamente para verse, aunque sea una vez en
esta vida, y a pesar de que ya todos creen que ya vieron todo, y que nada nuevo
existe para ellos en el horizonte, de pronto, todo queda en que nada es
extraño, frente a la sonrisa que se abre paso preparándose a la posibilidad de
besarse en la boca, y ya pues, nada existe, y el cuerpo se llena de pronto de
todas las galas y luce como nadie pudo apreciarlo antes. Es así, no de otra
forma, cuando se puede ver a la gente como es, sin falsedad alguna aunque sea
presentándose con todos los artificios y lujos existentes, que carecen de
importancia, a pesar de que están allí, se pueden ver, son absolutamente
atractivos por la verdad de los ojos que no esconden nada y ya cada quien lo ve
como quiere verlos.