El
escenario escolar se agranda para las alumnas y da su espacio para realizar la
fiesta, en aquellos tiempos, el colmao flamenco, era lo mejor visto y
aceptable, para que fluya sin cesar la guitarra, el canto, el baile y las
castañuelas que Agosti sabía imitar su sonido con absoluta exactitud, y que
usaría para encantar y hacer cantar a sus hijos y nietos, cuando fueron niños
muy pequeños, pero en este momento, detrás de las dos guitarristas, vive lo
imposible, la gitanería, que no está señalada para ningún momento de su vida, y
eso es estar en el escenario, que arranca simpatías y aplausos, aunque sea por
una sola vez en esta vida. Y así delante de todos pasea su figura, ofrece
cartas para leer la ventura, que proviene del pasado y se proyecta al futuro,
echa la suerte que nadie acepta y profiere una maldición, tan graciosa, que
escucha risas y la felicidad de todos la llena de alegría, en medio de las
guitarras y de sus propias castañuelas, que ya el canto y el baile, coronará
una noche como nunca volvió a ocurrir que ayuda a sonreír en los momentos, que
ocurre a todos en los que nada te hacen reír.