lunes, 3 de febrero de 2014

43

El primer baile, de vestido largo y del mayor esplendor posible, único e inigualable, en que la jovencita era una estrella en medio de una constelación, estaba señalado para la fiesta de graduación del colegio, que simplemente se llamaba PROM, o el baile de promoción, en el que se permitía que una señorita, con toda su educación secundaria aprobada, se le permitía por primera vez invitar a un muchacho para que fuera su pareja o acompañante del baile. Nada tiene que ver con el cuento de la Cenicienta, ni con el baile de Aurora o bella durmiente, pero es el gran baile, de las más preciosas fiesta que idealizan todos los ensueños existentes desde la más tierna infancia y que es maravilloso para quienes logran realizarlo, viviendo cada uno de sus segundos. y además tiene su propia antesala de su preparación que contiene todas las ansias y angustias de todo lo anterior a su realización que asemeja siempre a cualquier historia preciosa convirtiéndose en la fiesta que las acompañará siempre, en el día en que se presentaron como las más bellas mujeres en la sociedad en la que vivieron.