lunes, 3 de febrero de 2014

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En la vida todo es alegre, triunfante, lleno de éxtasis, para alcanzar el esplendor de lo más bello, pero todo eso se desvanece cuando te toca la muerte, en la que no es posible tener reacción alguna, hasta que en un segundo se acepta o se rechaza, atrapándote en su manto que va tejiendo, no hay escape posible, es una mortaja invisible que te inviste para que tan solamente se la pueda enfrentar, así como viene como un suspiro ligero que te llega tranquilamente, que se puede ir sintiendo que te atrapa y es que se cree que es Dios, quien te lanza una frase que se escribe en tu frente: "Tienes el derecho de odiarme" y es la presencia de lo más parecido a esta imagen mexicana y por tanto latinoamericana y que se puede creer es nuestra y que curiosamente es de la filmografía de Sergei Einsenstein, ruso y ateo es decir soviético, llamado el perro rojo de Stalin, que se te grava y es así, como algo que te se te acerca, no hay escape, no hay salida, de lo que no es posible dejar de enfrentar y sabes que Dios no te puede odiar y solamente existe el camino de abrazarte a la cruz y descargar la pena que te brota por todos lados de tu ser, no existe otro camino.